domingo, 17 de octubre de 2010

ANA: EL VALOR DE UNA MADRE CRISTIANA


• “Si la madre no cumple su deber de instruir, guiar y refrenar a sus hijos, estos aceptarán naturalmente lo malo y se apartarán de lo bueno”.
La reflexión de esta semana se encuentra en el capitulo 1 del libro de I Samuel; donde encontramos la maravillosa historia de ANA, una mujer estéril agobiada por el peso de la presión social de la cultura en la cual le tocó vivir.
Según leemos en el versículo 5 de esta historia, Ana no tenía hijos. Y eso significaba dos cosas para la sociedad de aquellos tiempos:
1.- Ana estaba recibiendo una maldición de Dios por algo malo que había hecho, ya que esa era la creencia de aquellos tiempos (leer el libro de Job, capitulo 4, versículo 7 y 8);
2.- Que al no tener un hijo varón, implicaba inseguridad en la ancianidad.
Por lo que, desde el punto de vista social y dentro de la propia familia, el no tener hijos era sinónimo de afrenta y dolor. La burla para Ana eran frecuentes y más cuando leemos que su esposo Elcana tenía otra esposa de nombre Penina, con la cual si habría procreado hijos.
Penina se burlaba (vers. 6) de forma muy inhumana de la pobre Ana. La vida de Ana había llegado a ser muy amarga, pero en lugar de reaccionar de la forma en que cualquier ser humano lo haría, el texto bíblico nos dice lo siguiente: “Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente (I Samuel 1: 10).
Cuando sentimos tribulación en nuestras almas por cualquier enfermedad, falta de empleo, problemas con nuestros familiares, ruptura matrimonial, etc. No hay una mejor opción que hacer lo mismo que ANA. Ir de rodillas ante el creador de todo el universo y derramar nuestras penas delante de Dios. Por eso la importancia de conocer el concepto de la ORACIÓN. Orar, es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo.
La respuesta de Dios llegó y Ana pudo tener a su hijo: El profeta Samuel (versículo 20). Su oración había sido contestada. Ella le había prometido a Dios que si le daba un hijo, se lo entregaría para su servicio. Dios cumplió y Ana también. Después de que lo hubo destetado, lo llevó al templo para consagrarlo a Dios.
La recompensa de Ana por la fe y la confianza que depositó en Dios fue muy grande. El capitulo 2 y el versículo 21 del primer libro de Samuel menciona: “Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz a tres hijos y dos hijas”.
La fe mueve montañas y cualquier problema que tengamos, si confiamos en Dios y le derramamos nuestra alma como lo hizo Ana, puede resultar en un maravilloso milagro en nuestras vidas.
Estimado lector, Samuel fue un gran líder religioso gracias a la fe y fidelidad a Dios de su madre Ana. Por eso, es importante recordar que Dios toma cualquier cosa que le demos, la multiplica y le da dimensiones que nunca nos hubiéramos imaginado. Ana aprendió que los mayores tesoros están seguros cuando se los damos a Dios.
Para terminar y resultar la importancia que tienen las madres en la educación de sus hijos, permítanme compartir con ustedes esta gema que será de gran ayuda para cada uno de nosotros: “A toda madre se le confían oportunidades de valor inestimable e intereses infinitamente valiosos. El humilde conjunto de deberes que las mujeres han llegado a considerar como una tarea tediosa debiera ser mirado como una obra noble y grandiosa. La madre tiene el privilegio de beneficiar al mundo por su influencia, y al hacerlo impartirá gozo a su propio corazón.
El mundo reboza de influencias corruptoras. Las modas y las costumbres ejercen sobre los jóvenes una influencia poderosa. Si la madre no cumple su deber de instruir, guiar y refrenar a sus hijos, estos aceptarán naturalmente lo malo y se apartarán de lo bueno”.
Gracias por tus comentarios; duranjavier_@hotmail.com

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